
1· Fragmentos del Estudio Crítico de Fernando Castro Borrego para la monografía de Juan López Salvador de la Biblioteca de Artistas Canarios.
– Materiales y procesos
Cuando Juan López Salvador eligió la madera de tea como material estaba iniciando una relación con la escultura de cuya fecundidad plástica y simbólica seguramente no era plenamente consciente. Explorando las posibilidades expresivas de la madera, emprendió una reflexión sobre el paisaje que no tiene precedente en el arte canario.
La madera como material y el paisaje como tema. He aquí el núcleo de su obra creativa. Sin embargo, la madera no fue su único material, trabajó también el hierro, el plomo y la resina de poliéster. Aunque sus materiales predilectos siempre fueron el hierro y la madera, haciéndolos dialogar a veces en una misma obra.
Pero así como los materiales son diversos en su catálogo de obras, la temática siempre es la misma: el paisaje. Entiendo por tal una visión sintética de la naturaleza cargada de significado simbólico. Puede decirse que hizo del paisaje su género. Las imágenes de la naturaleza insular fueron sometidas por él a un proceso de abstracción inédito. Pero además, esa variedad de formas y motivos iba acompañada por un planteamiento simbólico riguroso. Como señala Juan Manuel Bonet1, el único precursor que cabe citar en el arte canario es el escultor Martín Chirino, que también hizo paisaje en escultura. Más adelante veremos las diferencias que hay entre ellos.
La potencia de la naturaleza volcánica de Canarias había sido motivo de inspiración para muchos artistas de las islas. Juan López Salvador sintió la necesidad de reflejar la belleza de tales imágenes del mundo natural. Pero no lo hizo pintando paisajes, sino esculpiéndolos, utilizando como material, no la piedra sino la madera, y no cualquier madera sino la tea, corazón del pino canario que crece en el suelo volcánico de las Islas Canarias. Este rodeo me parece muy interesante, no solo por el hecho de haberlo planteado, sino también, y sobre todo, por el modo en que lo planteó, dotando a su obra de una significación simbólica original.
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– Paisaje y memoria
La aportación más importante que ha hecho Juan López Salvador al lenguaje de la escultura es su investigación sobre el paisaje. La introducción de la idea de paisaje en su obra implica un salto significativo. En primer lugar porque en aquella época, los años setenta y ochenta del siglo xx, la idea del paisaje se asociaba en Canarias a la pintura amable de los acuarelistas; de tal manera que un artista que trabajara en la órbita de intereses estéticos de la modernidad se suponía que no podía representar paisajes. Pero cabe señalar otra causa: en las artes visuales el paisaje se asocia siempre con la pintura, no con la escultura. En Canarias nadie había abordado la representación del paisaje en otro arte que no fuera la pintura. Solo cabe mencionar el significado paisajístico de algunas series del escultor Martín Chirino, concreta- mente, las Mediterráneas y los Aeróvosos, series a las que el propio artista les asignó una significación paisajística. Aunque estas piezas son más abstractas que las series referidas de Juan López, Cráteres y Acantilados. Pero además, la relación de las mencionadas series de Martín Chirino con el paisaje canario es dudosa. En cuanto a las Mediterráneas, el nombre de la serie indica cuál es el tipo de paisaje al que se refiere; y en cuanto a los Aeróvoros, la idea del horizonte como límite dinámico que el artista les atribuye vale también para cualquier parte del mundo. Aunque lo mismo podría decirse de los paisajes escultóricos inspirados en la orografía volcánica, que se refieren a Canarias, los cuales pueden pertenecer a cualquier otro paisaje volcánico como los de México o Japón. En este sentido, tanto la obra paisajística de Martín Chirino como la de López Salvador contienen dos dimensiones: una local y otra universal. La comparación entre ambas concepciones del paisaje lleva a plantear, por otra parte, una reflexión sobre el significado expresivo de sendas propuestas. Cabe decir al respecto que, mientras el paisaje de Martín Chirino contiene una idea de desarrollo, por ejemplo, las olas, en la serie Mediterránea; y el horizonte móvil, que se despliega a partir de la matriz de la espiral, en los Aeróvoros, en las obras paisajísticas de Juan López hay siempre una connotación dramática, quizá porque el contenido volcánico está presente en ellas, no así en las de Martín Chirino.
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2· Fragmentos de textos de Carlos Díaz Bertrana
– «Poética del equilibrio» Texto de presentación, Juan López Salvador. Trampas y Paisajes, catálogo exposición, Galería Mácula, Santa Cruz de Tenerife, 2008
Sólida y fértil es la tradición en la que penetra Juan López Salvador. Lo hace con el rigor y la honestidad que define su trabajo. Respetuoso hacia los grandes maestros y sin servilismo, conciliando herencia con innovación. Dejando una huella única que señala tanto su procedencia como el nuevo camino que ha abierto dialogando con voz propia, durante muchos años, con el lenguaje de la escultura contemporánea. Su obra es una confluencia de asimilación e inventiva. Hay artistas que derivan por afluentes, no es el caso de Juan López Salvador, se siente cómodo navegando por el gran río que transitaron los viejos artistas. Porque va en su barco, que antaño construía con madera y ahora con metal.
En su temática hay una yuxtaposición de naturalismo y abstracción. Pero lo que define su escultura es la búsqueda de un equilibrio formal y poético que informa de su fidelidad a la buena tradición de la claridad. Claridad conceptual y de diseño que tienen todas sus esculturas. Lo que propicia que sean fáciles de visualizar y reconozcamos las intenciones del artista. Por lo general evocan asociaciones con la orografía del paisaje, sus volcanes, cráteres y acantilados. Los títulos facilitan su interpretación y, aunque no es necesario racionalizar o entender el arte, basta con que se vea como una experiencia directa y personal, se agradece con cualquier pista que dé el artista, para entrar con facilidad en su poética e ir más allá de la fascinación e incomprensión inicial.
La objetivación de su experiencia del paisaje, de sus formas y las sensaciones (vértigos, equilibrios, distorsiones) no acota el discurso. Sus últimas esculturas son astutas, trampas de viento, de agua o de pensamiento vitalizadas con humor férreo. Pliegues y ritmos ortogonales, gestualidad y rigor geométrico, vacío y tensiones. Herramientas inútiles y poéticas, manufacturas con probidad, oficio y amor.
– «Latidos» Juan López Salvador. Latidos, catálogo exposición, Gobierno de Canarias, Islas Canarias, 1996
En todas sus esculturas sean de madera o metal, existen muchas luces y sombras, lugares recónditos y manifiestos, volúmenes rotos, líneas rectas, y un cierto desdén por lo curvilíneo y lo compacto, Juan López Salvador construye el recinto escultórico acumulando materiales: engarza o yuxtapone los diversos elementos, hasta obtener el efecto querido que torna lo manual en arte. El proceso creador es transparente, el público puede ver y sentir cómo se ha gestado la obra, el modo en que se han conciliado las diferentes partes hasta convertirse en un objeto artístico. El misterio que transforma unas piezas inertes en pálpito de vida, en fluido metafórico y latido que estremece toda la composición y la titula.
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En la abstracción principia su trabajo y, sin dilación, la naturaleza emerge como símil. Voluble, provocando dislocaciones y equilibrio insólitos. La apariencia de precariedad de su escultura, de azar e inestabilidad. Un equívoco, pues el artista encuentra un sentido en lo improbable, todo está medido, si bien es cierto que de un modo incuantificable. Juan López Salvador elige las piezas, las trabaja, las coloca junto a otras, altera su disposición inicial y, de súbito, todo encaja. El arte acontece. El protagonismo no es solo el albur, él estaba en el sitio justo en el momento adecuado, fue el orífice que transformó en sustancia preciada un material inane.
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– «El paisaje de la escultura» Texto presentación, Juan López Salvador 2001-2003. Tauro ediciones, s. l., 2003
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La serie El mar es el último trabajo de Juan López Salvador. El mar, un dibujo de metal que vaga por las paredes. La línea del horizonte que en lontananza es señal, de la realidad visible y del más allá ignoto. El aire y el cielo separados por la indeleble geometría. Más cerca, en la costa, el mar y el acantilado, un idilio cruel. En la naturaleza no hay piedad, el león devora al búfalo, las olas van y vienen, se estrellan en las rocas. El desgaste eterno, la condena de Prometeo. Poética de la erosión, de la naturaleza y de la existencia, las esculturas de Juan López Salvador sintonizan los movimientos del alma con el paisaje. El vértigo, la calma y el equilibrio son sensaciones que el hombre experimenta y que la naturaleza dispensa, en un acantilado, en el mar, en un malpaís de lava.
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3· Fragmentos de textos de Carlos Gaviño de Franchy
– «Juan López Salvador: el museo de la memoria» Tagoror, núm. 56 (suplemento El Día), Santa Cruz de Tenerife, 1 junio 1986, p. [28]
La verticalidad preocupante de los acantilados, el alejamiento y la ruptura que producen en la escapada natural hacia el mar de nuestro paisaje, remueven hasta el romancero, nuestros atavismos poéticos. Acantilado y muerte vienen a ser una misma cosa en innumerables tradiciones orales prehispánicas, unido esto al aspecto de urna funeraria […] estas tres piezas de madera ensambladas y debastadas, constituyen el aspecto antropológico más inquietante de la exposición.
– «Juan López Salvador: el paisaje fósil» Tagoror, núm. 17 (suplemento El Día), Santa Cruz de Tenerife, 1 septiembre 1985, p. [27]
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López Salvador rebusca obsesionado cuantas posibilidades de obtención de fragmentos de maderas viejas se le presentan. Maderas de nombres exóticos, de tactos y aromas particulares y elabora con fórmulas de alquimista nuevas morfologías, pequeños desastres externos que trastornan en apariencia los significados para dotarlos de una unidad de compresión nueva. Ni más ni menos que el resumen del proceso de recreación; el escultor ensambla sus leños neológicos y barrocos, pulidos o incultos con nuevas frases viscosas de poliuretano.
4· Fragmentos de textos de Carlos E. Pinto
– «Paisajes. Juan López Salvador» Tarjeta-catálogo exposición, Caja General de Ahorros de Canarias, Puerto de la Cruz, Tenerife, 1985
En las tres series que ahora nos muestra López Salvador hay una prioridad estructural que las relaciona entre sí: los cubos como estructuras atómicas; los acantilados como estructuras naturales; los espacios como estructuras de pensamiento. En la intensidad de estos últimos aflora, poderoso, un sentido creador que impregna nuestra época, desde el nacimiento de la contracultura como espacio de la imaginación, a la transformación imaginaria del espacio que caracteriza a la escultura moderna, ya reconozca en vastos territorios su espacio de interpretación (como Richard Long), o lo haga en otro cuya vastedad quiera ser sugerida a partir del puro concepto, de la pura interioridad (de la obra de Beuys). En el tránsito, los espacios maquetados de Ronald Reiss, o los exteriores de Charles Simmonds, podrían servirnos de referencias para una prospección del medio como instrumento de interpretación. En Juan López esa interpretación tiene un nombre esencialmente contemporáneo: territorialidad.
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TESTIMONIOS DEL ARTISTA
– Juan Carlos Acosta, Jornada, Santa Cruz de Tenerife, 8 abril 1991, p. 59
«La vertiente más grande de mi trabajo ha sido basada en la geografía canaria y realmente sigue aún por la misma línea.
Las grandes piezas de plomo forman un cráter fragmentado en veinticinco módulos y, otra, una sima compuesta por cinco partes; mientras que las obras de hierro fundido son paredes, donde el elemento destacable es siempre la plancha vertical. Lo que ocurre es que es un campo muy amplio, pues la geografía canaria es muy variada».
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TESTIMONIOS DEL ARTISTA
– Juan Carlos Acosta, Jornada, Santa Cruz de Tenerife, 8 abril 1991, p. 59
«La vertiente más grande de mi trabajo ha sido basada en la geografiía canaria y realmente sigue aún por la misma línea.
Las grandes piezas de plomo forman un cráter fragmentado en veinticinco módulos y, otra, una sima compuesta por cinco partes; mientras que las obras de hierro fundido son paredes, donde el elemento destacable es siempre la plancha vertical. Lo que ocurre es que es un campo muy amplio, pues la geografía canaria es muy variada».
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«La madera que yo he empleado tiene unas características comunes a la tierra, es decir, la tea es el primer árbol que crece sobre un volcán, no se pudre nunca y tiene calidades pétreas. Entonces al astillarla y trabajarla muestra relieves que pueden sugerir estratificaciones».
– Alfonso González Jerez, La Gaceta de Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 5 noviembre 1995, p. 18
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«Hay una cierta memoria paisajística y sensorial que permanece en las piezas. En Latidos la referencia básica quizá sea la roca. La roca como estabilidad absoluta y como permanencia en el tiempo, frente a todos los movimientos continuos y fugaces que dibujan el torrente vital en el que todos estamos inmersos. A mí, lo que me interesa sobre todo, como a los demás artistas, es el proceso creador. Intento involucrar al espectador en este proceso, hacerlo transparente».
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En lo que estoy de acuerdo, plenamente de acuerdo, es que resulta imprescindible ampliar y mejorar los circuitos artísticos y las infraestructuras culturales. La situación no es buena y, fuera de las capitales provinciales, más bien penosa.
Y es que además el arte cada vez tiene menos eco social, menos receptibilidad pública. Debemos buscar fórmulas para atraer a la gente al disfrute de una exposición o de un libro».
– Raúl Gorroño. El Día. Santa Cruz de Tenerife, 25 de septiembre de 2005, p. 51
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En este sentido, López Salvador, cuya anterior obra fue realizada fundamentalmente en madera de tea, aunque también ha experimentado con otros materiales, opina que este trabajo «es una especie de meditación sobre el ambiente, sobre el paisaje. Quiero representar un poco lo que vivimos, dónde vivimos, lo que sentimos, pero nunca ha sido un paisaje figurativo, sino una representación».
Con respecto a los materiales, esa materia con la que da forma y volumen a las reflexiones que inquietan su mente, asegura que la que más ha utilizado desde que empezó en este apasionante mundo de la escultura ha sido la madera, sobre todo tea, aunque también ha practicado con piedra y otros elementos más vanguardistas, como cuando realizó en los años 80 la serie Vistas aéreas, en la que empleó poliéster mezclado con fibra de vidrio y polvos de diferentes maderas.
Él está de acuerdo en que los materiales poseen su propia psicología, es como una simbiosis entre la naturaleza de la materia y el concepto que evoca.
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– Manolo Pérez, Diario de Avisos, Santa Cruz de Tenerife, 25 abril 2008, p. 64
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«Yo creo que conseguir sencillez y expresarse con los mínimos elementos es lo más complicado. Depurar hasta llegar a lo más importante es parte del proceso. Es como un reto de expresar con la mayor complicidad y, a la vez, la mayor contundencia y que no derive en adornos, o cuestiones periféricas».
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«Yo tengo la vocacioón de hacer determinado objeto y es el material el que va enseñando, a lo largo de la ejecución de la pieza, el camino que quiere seguir. La forma de manipularlo está determinado por la magia del propio material, que me descubre la manera de doblarlo, de repasarlo, y eso configura el aspecto final».
– Nira Cabrera . Tertulia y Arte
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Respecto a los inicios profesionales, pienso que nace de una pulsión, una inquietud que compartimos todos los artistas y que nos obliga a interpretar, mediante diversos lenguajes e instrumentos y a intentar construir y remodelar imágenes, en el caso de los artistas plásticos, para conseguir con humildad pero con firmeza, posibles recreaciones del Universo.
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Opino que en cierto modo, todos los seres humanos habitamos en Islas, si asumimos un paralelismo entre el concepto ISLA y el entorno en el que habitamos. En palabras de Marc Fumaroli. “ … La alta cultura, a lo largo de los siglos, siempre ha estado unida a la tierra, al aire, a la misma luz de un lugar que permanece… “. E insiste en lo que él considera un error: “ … En que ya no hay tradición nacional o local, en que todo debe ser mestizo y convierte en Kisch el producto artístico.
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